jueves, 25 de julio de 2019

Hay viejos que no acabamos de nacer.

Esta noche se me desveló y para no contar cien ovejas pa´lante y cien ovejas pa´trás que es más aburrido que el rosario de las cinco, me dio por echar cuentas de todas mis ausencias... Muertos y enterrados: Eugenio y dona. Vivos por enterrar ¿? ninguno, vivos sin enterrar ¿? tampoco (una amiga de antes me diría: "como siempre, tú, haciendo amigos"). Entonces bajé a la cocina tomé café, eché mano de la libreta de las ocurrencias y me puse a pensar hasta que cantó Sabina: "Y me dieron las dos y las tres y las cuatro y las cinco y las seis...". Qué vida triste la mía, no se me ocurrió ni un solo nombre que anotar. Entonces, para no caer en una depresión mayor, que yo soy muy de eso, me vestí y me adentré en Les Seniaes a caminar el atajo de Flor de María y otros senderos. Caminar en la noche desvelada con el frescor del alba y el aroma del azahar es un milagro para creer. Salí a caminar con la esperanza de recordar a alguien y escribir el día con su nombre. Quería escribir cuanto menos un adiós con nombre pero no, y de tanto pensar me entró ése dolor de cabeza que me entra cuando pienso. Y sentí pena y me sentí solo, ay. Ni un solo nombre que anotar en la libreta de las ocurrencias. Vivo los años de la angustia y el hastío. A veces quiero cambiar cosas porque anhelo otras... yo que desprecié el amor ahora el amor me desprecia a mí.

Llegar a viejo, vivo o muerto, es complicado, pero si llegan, no se comporten como viejos testarudos. Hay viejos capaces de cambiar cosas para mejor. Son viejos vivos que cantan días de gozo y esperanza. (Si conocen a uno chívenmelo). Gracias. 

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