sábado, 26 de enero de 2019

Yo me confieso. Y amén.

Tengo escrito que de tanto mirarme al ombligo soy casi santo. Pero no, ni siquiera llego a sor. Y eso que he bebido a diario en la fuente de la vida durante muchos años. Soy viejo, ay (dale a la vejez), y debo mucho a la vida, pero reconozco que a veces hago grandes esfuerzos para ubicarme en este país en concurso de acreedores. Y a pasar de los pesares, nadie que haya puesto en mí su confianza lo he defraudado: Ni pacté con el maligno ni políticos ni monseñores. Amo a mi familia y por ser respetuoso con todos, a veces paso de soslayo por pequeñas grandes cosas que tienen importancia en la vida. Vivo con lo que tengo y soy fiel a mis ideas, leal a mis principios y amigo de mis amigas. No comulgo con trepas, necios y vividores a expensas del erario. Y no me preocupa la muerte. Pero reconozco que soy imperfecto aunque no pierdo la oportunidad de aprender de los que saben, o de la sabiduría del pueblo que es más: "No debes escupir en el vaso que usarás para beber". 

Quien escribe como un quijote con manchas se siente afortunado porque la vida le ha tratado con generosidad. Y la salud. Soy feliz y llego a fin de mes, aunque a veces lo enmascaro porque no todo el mundo es feliz ni llega a fin de mes. Gracias.

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