miércoles, 9 de enero de 2019

Una amiga nunca ida.

Una amiga nunca ida, un día me preguntó sin venir al caso, como la mayoría de las cosas importantes de la vida, sin venir al caso: "¿Por qué luchar por lo que nunca será mío? A veces actúo como si fuera el centro del universo y hablo de mí como un tío sabio. Siempre lo digo: los viejos sabemos lo que no está escrito pero cuando leemos o vemos o comparamos o en el abandono quizá... Quizá y sin quizá: nunca me iré de ella, ni la dejaré ir en la noche desvelada. La tristeza vive en mí desde el día que no supe contestar. Saber. Querer. Poder. ¿¡Qué!? A veces clamo de urgencia que llegue el alba para escribir otro día porque el dolor activa mi mente y oigo su voz en el relicario de amor donde guardo su recuerdo... Y su risa y su alegría y su mirada de soslayo. Ojalá y que llegue el día y la Magdalena me permita volver a mi impagable soledad libre de culpas. La palabra impaciente espera que mi mente absurda entre la fe y la esperanza me de la oportunidad de contestar su pregunta. Amor inmarcesible. No dejaré de escribir entrelíneas su nombre cada día. Mientras viva. (Disculpen la melancolía). Gracias.

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