De los días de la semana que más me cuesta escribir, el domingo el que más. No llevo ir a misa y cantar la verdad. Cantar la verdad, ni dar puñetazos en el pecho, ni de perdonar a quien no lo merezca. El perdón hay que merecerlo. Una cosa es cantar boleros y otra cosa muy diferente, que diría Rajoy, cantar la verdad. Si alguien me lee, y sería un milagro para creer, sabe, porque lo digo a veces, que desear o querer no es poder, ni por más besos la ignorancia sabiduría: yo doy prioridad a la debilidad que empobrece el alma. Cuando el alma llora no vale el consuelo de las plañideras, ni paragüero que lo enfile. Y sobra decir que las pastillitas de colores solo maquillan, el dolor sigue dentro, en el alma que no es sino el psique herido de muerte. Somos como somos, y porque somos así, no nos damos cuenta que los halagos empobrecen las capacidades del hombre. Porque somos más guapos que las pesetas, porque nos dejamos llevar por nuestros sueños sin darnos cuenta que la puerta es demasiado estrecha para tanto odio y tanta vanidad. (Al menos sonríe: La sonrisa depende solo de ti). Gracias.
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