En la Noche de Reyes veo a Ian y Enol y Diego entre la magia y la excitación nerviosa. Y renace en mí la Noche de Reyes de sus madres y otros tiempos. Mi estado de ánimo es de felicidad. Pero una pregunta me viene a la cabeza y me ataranta: ¿Y mi suegra qué? Quien me lee sabe que bebo las mieles por mi suegra. Y a más en Navidad. El asunto que viene al caso es que estas navidades se me fue el santo al cielo y ni me percaté que no vino. ¡Dios mío, qué cabeza la mía!. Sin embargo, a mi suegra no la tengo que invitar a mi casa que es la suya, aparece cuando menos la espero: mi suegra es omnipresente, y también omnisciente, si hubiera una plaza vacante en el Reino de los Cielos se la concederían por aclamación. Mi suegra es bendita como el amor y santa como la poesía, por no hablar de su capacidad para someter a juicio todas mis decisiones. Mi suegra atropella mis neuronas y pierdo el sentido y me voy a tierra y me sale espumarajo por la boca. La dama que vela mis sueños a eso le pone nombre, un nombre raro, pero para mi suegra es un hacerme notar grotesco. Mi suegra no vino estas navidades (o eso creo) pero siempre está presente (¡señora, sí señora!) en mi psique, incluso me anula como persona en la noche soñada por mis nietos y por mí. La Noche de Reyes. Mi suegra es la sublimidad por antonomasia. Mi suegra es la Biblia en Verso. Mi suegra, y sí, pueden creerme, en mis peores pesadillas la veo como candidata de Vox a la presidencia del Gobierno de España... Ténganle miedo. (Aún me duele aquel día sacado de todo contexto. Disculpen el delirio). Gracias.
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