domingo, 6 de enero de 2019

La palabra.

La palabra, y no hablo de la palabra prometida que ha perdido valor. Hablo de la palabra como unidad lingüística dotada de significado. La palabra amiga, enemiga. Porque la palabra, ay, líbrense de la palabra que revolotea como las mariposas que siempre vuelan libres en primavera. La palabra que sube al desván y se oculta cuando nadie la ve. La palabra que arremete y destruye y no se detiene. La palabra que golpea donde más duele y ofende y aflige y amarga, pero también acaricia y ríe. La palabra es oscuridad y es luz. La palabra no calla, es atrevida. La palabra no tiene dueño. La palabra es libre. La palabra un domingo de ir a misa y cantar la verdad es infinitamente más al ser escrita aún en mayúsculas por mandamiento de Dios.

Quiero escribir palabras de amor. Quiero y no puedo. La palabra me ataranta pues una musa... Necesito una musa que me ayude a hilvanar palabras coherentes. Estoy en apuros... Son apuros, conflictos, estrecheces de pensamiento. Quereres del corazón que me desvelan la noche con entrecortadas palabras. (Ojalá y el calor de mi cuerpo te desvele un día, porque sigo empeñado en tener algo contigo antes de morir... Amor, por colmar de anhelos tu cuerpo desnudo antes de morir). Gracias.

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