martes, 22 de enero de 2019

Mi peluquero sincero. (Y mi yo).

¿Alguien sabe cada cuánto tiempo hay que ir a la peluquería? No sé si me crece el pelo deprisa o no. Los viejos sabemos mucho hasta que nos damos cuenta que ni sabemos ir a la peluquería cuando debemos ir a la peluquería. Como diría Ian: "güelu, eso es trampa", y lo dice si le gano a los dinosaurios. Cuando juego con Ian a los dinosaurios tengo que perder. Con Ian tengo que perder siempre que jugamos, y todo es un juego para él y si no gana se enfada y yo no quiero que se enfade. Ian gana y yo pierdo. Pero pierdo más cuando lo dejo en el colegio y no tengo algo que me interese para escribir. Si cuando menos pudiera ir a la peluquería y eso. Aclaro que eso es una revista de psicología a la que mi peluquero está suscrito. Me encanta la psicología tanto o más que las pastas de té. La psicología es la ciencia ficción que trata el estudio de la mente y la conducta: "eso no se hace", "eso no se dice", "eso no se toca". ¡A la mierda!. Ian, mi vida, déjame ganar, un güelu, ay. Si una musa... ¿Comprenden? Acabaré poniendo un anuncio por palabras: "Se busca una musa enamorada". Fui al peluquero y no me cortó el pelo, sincero como un güelu que siempre pierde me dijo que me avisará cuando reciba eso, pero cortarme el pelo, lo que se dice cortarme el pelo... ¿Qué pelo? (Es advertencia para quien me lee: el acomodo es fácil, pero el tiempo y sus caprichos... Sí, soy viejo y sí, claro, no tengo a dónde ir, pero escribo y puedo dormir en un sueño cada día). Gracias.

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