Hoy, último día del enero más frío que recuerdo se aferra a no dejar pasar la oportunidad de manifestar que no ha mucho la poesía era capaz de tocar con emotividad a quien entrelineas sabía leer e interpretar el poder que subyace en su convicción íntima al momento de exteriorizar sentimientos del corazón. La poesía se ha ido y se desconoce su paradero. La poesía ha muerto. Y hay quien ha decidido sucumbir a lo vulgar, a lo peor del humano ser quebrando la vida misma. De ahí que uno escribe desde su impagable soledad con palabras de dolor y líneas abarrotadas de sentimientos de amor que solo perduran en cuanto más largo es el tiempo que las inspira. Palabras. Y, sin embargo, no pierdo la esperanza que vibren presas de su contenido cuando un corazón enamorado las descubra. Hay personas que escriben palabras de amor de contrabando sobre piedras labradas por los caminos plenos de contratiempos y otros asuntos. Otras personas no escriben, leen en el hielo que existe al final de la vida su epitafio. (Si la poesía ha muerto y tuviera que rechazarte, amor, me cortaría las manos). Gracias.
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