miércoles, 6 de junio de 2018

Ser ministro.

Mi esposa me prestó su teléfono móvil por si el presidente Sánchez piensa en mí -como el bolero-, para un ministerio. Es más fácil que me llame Pedro Sánchez para un ministerio que llevarle la contraria a mi esposa. Mi esposa no sabe que si no soy de rancio abolengo, barón, amigo de mis amigas o pertenezco a un grupo con intereses económicos en el IBEX, CEOE o ABC, Sánchez no me llamará. No tengo ninguna posibilidad de ser ministro. Además, no sabría ser ministro. Para ser ministro hay que tener aptitudes y saber todo lo que hay que saber del ramo. Ministro del ramo. Yo, de no ser un ramo de flores o un cardo borriquero... ¿Alguien sabe qué es el ramo de un ministro? ¡Hay que joderse!.

Si llama el presidente Pedro Sánchez y me ofrece un ministerio, considerando que mi esposa tiene un vestido y unos zapatos y una pamela de boda sin estrenar (un drama: el novio dejó a la novia a la puerta del ayuntamiento mientras tomaba café con una amiga del alma), diré sí pero sin ramo. Y quiero un despacho con vistas a la Plaza Mayor para tomar "a relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor" (aclaro para los que tienen un conocimiento del inglés medio tirando hacia abajo: "un relajante café con leche en la Plaza Mayor). Y coche oficial, y de chofer Manolo, el de Celia Villalobos. "¡Vamos, Manolo, que pierdo el tren!. No son más tontos porque no se entrenan". Probe Manolo. Gracias.

2 comentarios: