domingo, 8 de enero de 2017

Mala querencia.

Si me dejara llevar por mis pensamientos negativos no saldría de mi mundo. Me encuentro sometido a una facción de gente tétrica en mar de tinieblas. Ése no es mi mundo; a veces en un descuido huyo a mi mundo y enseguida regreso al frío de la oscuridad. No me gusta lo que veo. Mi situación es confusa. Me alejo del sano pensamiento, soy incapaz de pensar en positivo. Pensaría en positivo si estuviera en condiciones de pensar mis pensamientos. Mi pensamiento me hace daño; he leído acerca del pensamiento y añado más confusión a mis dudas, si fuera periodista sería esclavo de la libertad de expresión. No soy periodista, soy güelu y no me obligo a decir la verdad: "Ian, por ahí viene la vecina chismosa, recuerda, dile que la quieres". Ian acaba de nacer y ya miente como todo el mundo. Si incito a Ian a mentir qué no haría con la gente que me obliga a pensar de soslayo, esa gente que, con disimulo, me envenena con su ira e intenta adoctrinarme. Tal vez ya sea uno más del pelotón que pierde el paso sin ideas dignas de mención. Mi mundo es un caos dentro de otro mundo en el que me siento prisionero. He de volver a crear ideas sanas de pensamiento o seguiré encarcelado en un mar de tinieblas. Necesito pensar libre de culpas, razonar, disentir y llegar a convencerme de que volver a empezar es reto obligado. La ocasión propicia puede llegar en el momento que la poesía ahuyente el delirio paranoide. (¿Qué ganas con dejar de fumar y mentir al dietista? Vuelve al psicoanalista). Gracias... (de nada).

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