Hablo por mí: nunca
dejaré de ser agradecido. Ni de amar a quién me amó. No hablo de agradecimiento a cambio de un porciento; o de ser un agradecido "emprendedor" que por una tarifa plana igual vendería una moto o arreglaría un descosido. El cuento que viene al caso no va de "amigos", "políticos" o "corruptos" a pesar de ser viernes de fiar. Hoy el tema va de amor, o un sentimiento parecido al haber perdido la línea divisoria. De tener que relacionarme con uno de "esos" el café en termo y de casa. Y "esta conversación puede ser grabada", como las compañías telefónicas.
Nunca dejaré de ser agradecido incluso, de quién llamó a mi puerta para ofrecerme por amor lo que sabía
que no me iba a conceder desde el primer día. Recuerden que no hablo
de "esos" sino de amor, aunque creo que todo fue uno desde el primer día. Eso ocurrió antes de conocerme mejor. Se me quiere o no pero considerarme estúpido no viene al caso.
Al caso viene llegar y besar los pies al santo patrón y llevárselo
envuelto en papel de fino regalo, bien sea en especies o en pesetas de ir al
cine. A veces, el mayor enemigo es el que pone límite a ciertas
fechorías. Entonces se pudiera decir que es el mejor amigo. El caso
es, y ocurre, que no se reconoce el mérito. Y ya me explico:
Pongamos que alguien accede a un cargo relevante de
la administración y en un verbo (fijo) asoman primos gorrones que en un descuido se meten en casa y después no se les saca ni a cañonazos. Si uno se fía, son capaces
de meter las patas de atrás hasta en el caja de las herramientas. El
caso es que a veces el que menos se espera "perjudica" y hace un favor al impedir que se siga haciendo lo que se hace: algo delictivo que no se debe hacer. Nada se entiende. Si antes era su mejor amigo
ahora es su peor enemigo. ¿Qué? (Lástima que después de emborracharte de ira con el primer
arrebato echaras a andar todas las falsedades con sus miserias y se llevaran la
posibilidad de volver al amor). Gracias... (de
nada).
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