Ya no quiero ser monseñor, poetisa, ni siquiera pensionista, quiero ser un
corrupto con sentencia firme y en la cárcel sin derecho a revisión
de condena, indulto o lo que sea que reduzca mi condena. Estoy que me
vomito de escribir de corruptos y corruptelas cada día. Cuando la corrupción
tiene tantas caras no quedan ejemplos honestos que imitar ni
historias de amor soñar. Ya uno se inventa hasta los viernes de
fiar. Reconozco que la verdad engaña más que la fe, por eso, este
país huele peor que una parva de cucho. Sean felices si pueden: Yo me rindo. Gracias... (de
nada).
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