Una dama víctima de reciente desamor, intérprete de
telenovelas, maestra de caricaturas con decorados, cercana al éxito, y aquí lo dejo, coincidió al mediodía con
el origen del estado de ánimo cercano a la sensatez y, estupefaciente, no supo qué hacer ni decir. Algo similar ocurre a los que mantienen una vida
poco ortodoxa con la realidad. Algunos la llaman loca, si lo es, y no soy quién para dudarlo, lo es por amor a los demás. Su desamor no tiene un solo dueño, es toda humanidad. Nadie conoció otra mujer de
cualidad parecida. Militante ciudadana sin ideología, supo llevar su gracia por
el camino del amor sin poesía hasta que un día no pudo disimular su enojo y la falsedad se hizo dueña de su conducta. A partir de entonces toda fue condenable, pero nada será tan
grave porque nada ocurre por casualidad.
En
ella la tolerancia no existía, tampoco la empatía, pero tuvo que
aprender cuando la cosa vino de parte de María, la Magdalena. Así que autodidacta, aprendió a comprar voluntades y jugar como los buenos políticos a dos bandas con sus adversarios. Nadie como ella apostó por la contextura moral de los que tenía enfrente y en un verbo
se reconcilió con todos menos con una. La creí víctima de desamor sin darme cuenta de que ella era desamor. Y de dama tenía lo que yo de monseñor. Cupido se lució. Gracias... (de nada).
¡Tómala barbón! Duro y a la cabeza. Híjoles.
ResponderEliminarVaya vaya...
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