Ernest Hemingway, dijo: "Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar". Y yo digo que sí, cierto que debemos aprender a callar, pero ya, sin esperar sesenta años. Debemos callar cuando no tenemos nada versado que decir, cuando la discusión no aporta nada interesante, cuando asoma el odio de una mente enferma, cuando el iracundo mete la pata en el tiesto, cuando pusilánime acojonamos a través de sicarios. Mejor callar que despreciar, que abusar desde el poder ("jugar con fuego del infierno, es tanto como despertar al maligno"). Callar cuando sabemos que nuestras palabras provocarán una situación de innecesario sufrimiento. Callar, si además nos advirtieron que por ese camino no obtendremos lo que tanto tanto deseamos. Mejor callar, claro, mucho mejor callar. Pero si decidiste romper la palabra y tu alma quedó con sabor amargo, porque has usado tu boca para hablar con rencor en vez de callar por amor. Una cosa es vivir sin amor y otra vivir sin la esperanza de comer hoy y mañana. Con derecho a amar y comer, amor. El silencio ha de ser sabiduría cuando el alma llora lágrimas de disimulo. (¿La marabunta circense de otras navidades felices? ¿En serio? ¿Esperamos entonces que llegue enero para seguir otro año con excusas sin lograr lo que tanto tanto deseamos? Es Navidad, vuelve a casa). Gracias.
muy cierto, jamás hablar en "caliente" o enojado, mejor esperar que se calmen los ánimos y recién exponer la opinión...
ResponderEliminarsaludos!
Certeza incontestable, Carlos. Gracias.
ResponderEliminarSalud.