"La razón no puede prosperar sin esperanza, ni la esperanza expresarse sin razón". (Ernest Bloch).
Esta axiomática reflexión nos recuerda que en la vida la esperanza a través del ejercicio de la crítica es necesaria. Nunca es tarde para defender los Derechos Humanos. También nos recuerda la obligación de todos y todas de deslindar las fronteras de la razón. La razón, por ser testigo de excepción junto al resto de la humanidad de un existir discutible, no me da derecho a estar en contra ni dictar sentencia. Pero hubo un tiempo no lejano en mi vida que todo iba cuesta abajo y por los pelos. En el aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos debemos poner el acento en uno de esos derechos: El Derecho a la Vida. Con intereses espurios nos envían a la guerra. Hablo de vivir en paz y de comer hoy y mañana. La Tierra tiene alimentos suficientes para alimentar a sus habitantes. Los seres humanos tenemos el deber de ser solidarios. Estamos ante una lógica de pata de banco. Lo material por absurdo que sea. Y ese bien tan necesario: lo superfluo. El bien necesario es la familia, y la familia somos todos: El pueblo. Debemos dejarnos contagiar por el optimismo y sentirnos positivos ante el futuro. Con esa actitud pretende hoy, de soslayo, aportar al día de ayer que declaramos universales los Derechos Humanos, tomar prestada la idea de la dama que no me deja ir relativa a posiciones que provocan incertidumbres y cómo prevenirlas: "Nos marcamos metas imposibles. Cuando las metas son tan personales que no esbozan un gesto de humanidad, llegan a ser tan ambiguas como irrealizables. Lo humano identifica metas concretas y urde un plan de acción para alcanzarlas". Las metas posibles no tienen que ver con el interés, sino con la fraternidad. Por la defensa de los Derechos Humanos. Gracias.
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