El sentido de nuestra vida también es eso que nadie puede hacer por nosotros. Es ese compromiso que adquirimos cuando nacemos y nos descubrimos, cuestionamiento permanente, que a veces se nos manifiesta como un bajón, un vacío, y otras angustias. Sería estupendo que al nacer nos dieran un lienzo en blanco, con pinturas de colores, con pinceles, con espacio y tiempo, sin prisas para dibujarnos y colorearnos tal como nos sentimos. Que nos dijeran: dibujaros. Y que todo se pudiera borrar y volver a pintar. A veces pasa que nos tiembla el pulso y nos dibujamos diferentes. En este punto es el momento de recordar que con esfuerzo podemos borrar aquello que nos perjudica la psique. Tenemos derecho a dibujarnos mil de veces, hasta reconocernos en el lienzo. A los que buscan bienestar y no tienen impedimento sus necesidades les dicen cuándo es el momento de modificar su obra. Diferente y doloroso es pintar o corregir una obra cuando tienes una discapacidad, cuando eres apenas, y no porque te falte fuerza ni el saber restaurar una obra, es que la colindancia no deja que corra el aire. Sería genial poder disfrazarse de un dios cuando no podemos ser... Pocos, algunos tienen la suerte de que siempre les acompañe la Magdalena. Respeto y dignidad. Y fin a las metas imposibles. A mí no me cuesta imaginar cosas. Soy capaz de andar por las aguas sin disfrazarme de un dios. De morirme y resucitar contigo por amor. Yo soy casi santa. La voz en grito, es del que no puede en ningún caso. Ese que no tiene elección. A ese no lo ven, no lo oyen ni le reconocen su condición humana. Qué extraño placer encierra disimular ante una persona con discapacidad su propia discapacidad. No se entiende. Imagino a una persona con discapacidad disfrazada de un dios, pero igual solo quiere ser él mismo. El trascurrir de la vida de una persona con discapacidad es un caminar descalzo por un camino estrecho, sembrado de indiferencias, declarando sus necesidades. Hay personas discapacitadas incapaces de entregarse a los demás (felicidades). Existen voces más poderosas que un dios en la cabeza de alguno. Un dios imperfecto lo verifica cada día mirándose el ombligo de sus descuidos. (Uno, y lo sé de fijo, estaría dispuesto a creer en un dios único y verdadero, si a cambio le dejaran disfrutar de su impagable soledad). Gracias.
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