Ahora que entramos en los días finales de un año lento, lento, muy lento, de lenta recuperación de aquello que perdimos, de caricias, de abrazos, de cariños y de ninguna bien hallada, de soslayo ambiciona antes de finalizar el año, recuperar el amor que fue sin dar el brazo a torcer. Hablo del amor a la familia, naturalmente. Al fin, un güelu, solamente tiene la felicidad de la familia. Una Carmen bella que lo ama y le aporta fuerza y anima en los malos momentos, y que da más de sí que un cocido caliente en el comedor social del Padre Ángel, y eso sí que es mucho decir. Ahora, precisamente ahora que la generosidad pasa por ser un asturianu en Valencia. Tranquilamente, ahora y en medio de la politiquería barriobajera que todo lo pervierte y degrada, imponiendo el cinismo, el descrédito y la desmemoria con cada promesa electoral, comenzando por la cultura, el politiquero mayoritario se dio cuenta, precisamente ahora, que la cosa iba en serio y que ya no tiene vuelta atrás, por ahora. Y ahora, sería estupendo que en 2024, cada vecino se convirtiera por obra de un dios poeta en el vecino que le exige ser al otro. (¿Sigues ahí? Pon atención y tómame "al pie de la letra": Si tu corazón conoce lo que tu cabeza no acepta ni confiesa, entonces, debes darte prisa y cambiar tus caderas de acera y elegir, sin olvidar a la familia... Yo también sigo aquí). Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario