viernes, 22 de diciembre de 2023

Sabía que harías lo correcto.

Esta mañana, tomando café con mi esposa, me previno para una buena noticia. Por ser una buena noticia, necesariamente tenía que ser de salud o familiar. Y en el santiamén del milagro, porque en este peregrinar mío, muy atrás tengo que ir para encontrar una buena noticia, y no recuerdo. Un milagro tenía que ser. Ese día llegará con la noticia necesaria para recuperar la salud mental. ¡Dios mío!. Felicidades. La esperanza nunca la perdí, aunque reconozco que estuve a punto de entregarla. No estoy acostumbrado a recibir buenas noticias. En la vida entregué proyectos buenos y malos, y enterré ultrajes. Entregué deseos que no fui capaz de realizar, y aquello que perjudicaba mi salud sin enjuiciar su origen. Viví tiempos difíciles y estuve tentado a rendirme, pero el vocablo "rendición" no figura en mi vocabulario, además, alguien dijo que el ensueño del rencor produce demonios, así que no. Ganar o perder tampoco es prioritario para mí. Aunque hablamos de salud o de familia. Si de salud, mucha suerte y mucha ciencia; si de familia, la cosa cambia. Si Dios existe, tendrá que ser justo y no consentirá que se salga con la suya quien, a sabiendas, hace daño a la familia. (La familia es sagrada, ¡so burro!). A veces solo un poeta lo explica para que los torpes de entendederas lo entiendan. Pues pido ayuda a un poeta, William Shakespeare: "Ama a todos, confía en pocos, no le hagas daño a nadie". (A pesar de que haya sido por las malas, sabía que harías lo correcto). Gracias.

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