"No puedo evitar la dinámica de las comparaciones. Son odiosas, es cierto, pero también ayudan a pensar el sentimiento y a sentir los pensamientos. Todas las comparaciones terminan acompañándonos a un pasillo para cotillear y luego a un cuarto de baño para mirarnos al espejo". (Luis García Montero). Los poetas a veces me sacan de mis peores delirios y otras veces me sacan de quicio. De acuerdo, las comparaciones son odiosas. También es cierto que nos ayudan a pensar el sentimiento y a sentir los pensamientos, pero que todas las comparaciones terminan acompañándonos a un pasillo para cotillear y luego a un cuarto de baño para mirarnos al espejo, no. O no del todo. No al espejo porque me miro y me veo y entro en depresión. Tampoco a ese otro espejo, espejito mágico... (no se fíen de la gente que procura gustar a todo el mundo). Sí al pasillo para cotillear, sí a los chismes de lavadero municipal y sí a las confidencias de radio patio. Ay, me chifla levantar calumnias. (Y si tenía que ocurrir, ocurrió: me siento incapaz de enterrar mi ego. María, la Magdalena, que tanto amo, me perdone). Gracias.
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