"La adulación, bajeza del que adula; engaño del adulado y aún bajeza de los dos; porque su bajeza muestra el que gusta de su adulación que no se fía en el valor de sus méritos". (Francisco de Quevedo). Y sigo con las políticas. Cuando mis dilectos políticos se dejan adular para ser lo que no son, o lo que puedan ser: "Ancha es Castilla". El orden es en desorden: "Vuelva usted mañana". ¿Hacia dónde va esta democracia? La adulación amiga de los amigos es enemiga de lo público y hasta que la duda agonice, así será. Cuando un político pone en valor sus méritos y obra en favor de los que siempre pierden, todo es posible. En cambio, si se deja adular, es nada. Se trata de encontrar el equilibrio entre resistir y persistir sin que la adulación ahogue el valor de sus méritos. Los profesionales de la adulación son sicarios mafiosos y su poder perjudica la convivencia ciudadana. Así es cómo la adulación, y el neoliberalismo, se hacen dueños de la democracia: "Sálvese quien pueda". (Las palabras no son el lenguaje del silencio, los hechos lo son, quizá por eso el verbo, principio de todo, se hizo carne). Gracias.
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