No me esperes a las doce en el juzgado; no me digas "volvamos a empezar". No quiero saber por qué lo hiciste. (J. Sabina).
A veces me entran ganas de abandonar la poesía que cautivó la rosa roja que nos unió y activar la autodestrucción. No me quejo, pero me haces daño. Por tus maneras he llegado a poner en duda mi credibilidad. Son emociones ambivalentes que me causan desánimo. Desánimo que el tiempo no cura. No sé cómo hacer frente a esa terquedad. Atiende: "Somos tú y yo y nadie más; aunque de sobra sabes que nadie más también soy yo. Y así será mientras tú quieras. Tú y yo y nadie demás, nada tiene que ver con nosotros". (Un día lo entenderás). Me gustaría oír la verdad que te han dado por los labios que besé, y no que mal me entere por la calle... Quisiera que las cosas hubieran sido de otra manera, pero ya no hay vuelta atrás. Con todo, para que las cosas puedan ser como antes, el secreto es olvidar. Me reprochaste lo que tantas veces yo me reproché y créeme, nada repara. En fin, como tú (felicidades), yo también me hago mayor y contarlo no es poco... Te quiero. Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario