Esa mujer. Santa Poesía. Una musa se adueña del ánimo de tus motivos y escribes para ella y para ti, para los dos. Y así un día y otro si desarrollas la costumbre de escribir cada día. Una musa te inspira y escribes de cualquier cosa: de chismes de lavadero municipal y de los secretos peor guardados. La familia, y los hijos primero. De los trabajadores que no llegan a fin de mes. De los que no trabajan y eso sí que es un milagro. De los contratos basura y de la basura de salarios. De las colas del hambre. De las filas del paro. De la realidad que asfixia. De los problemas que trastornan el día y desvelan la noche. De lo que te encuentras al doblar una esquina. De la gente mayor en los bancos de la avenida configurando hazañas. Del IBEX 35. De la prima de riesgo. De los políticos corruptos que no dimiten. De las políticas neoliberales. Del erario malversado. Del alma de quienes conocen a Dios. Pero nada de los sentimientos profundos del corazón que nacieron con la ilusión del día y no sabes cómo hacerles frente... (Creo que un día le diré que la quiero y ella me dirá que es todo lo que quiere oír). Gracias.
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