A uno no le preocupa la gravedad de los problemas como la forma vil en que, casi todos, pasamos de ellos. Hemos perdido el respeto colindante y la estafa rinde homenaje tanto al abuso como a la delincuencia que saluda entre fraternales abrazos el desprecio. En este país, los optimistas mal informados, exhiben sus incapacidades entre las esperanzas de la ciudadanía. Aquí lo único que va bien son las filas del desempleo y las colas del hambre que es el pecado original de las patrias fallidas. Del todo comparable al expolio de mi pisque por parte de la dama que no me deja ir. El tema es delicado y lo dejo aquí para preguntarme a los pies del patíbulo de la historia: ¿Qué sería de mis días sin de soslayo? La pregunta implora misericordia.
Hoy tampoco hice las paces con Morfeo y permití que la noche me desvelara en un elenco de ingenio patético como en mis peores pesadillas. Joder, dona, me siento indefenso y mañana amanecerá e inexcusablemente tendré que tomar decisiones de carácter crucial ante tantas indefiniciones y olvidos. Mañana podría morir de amor en Teruel. O en Les Seniaes. Gracias.
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