martes, 15 de junio de 2021

Habla tú y yo te escucho.

No me pidas que calle en voz alta y piense en voz baja para que todo siga igual porque en mis paranoias hay amor y ganas de querer. Y esperanzas y sabiduría para hacerlas realidad. Pero no me pidas que crea en ti porque suspendí el examen de pitonisa y no sé qué fin persigues. ¿Y por qué no crees tú en mí y hablamos? En cualquier caso siempre nos quedará París. Mientras, nos encontraremos como adolescentes enamorados, a escondidas, en el puesto donde se defienden los derechos fundamentales. Que la María te enseñe y te proteja de los aclamadores. Y de tu orgullo. Algo parecido a un martes sin pan. Confieso que yo tampoco sé, pero no me rindo y pregunto a mi viejo y sabio amigo Eugenio. Será el triunfo de la sinrazón el que nos lleve, entre dimes y diretes, a satisfacer nuestras diferencias. En este punto te pediría que me abrieras la puerta de tu casa, pero no para darme con ella en las narices... Otra vez. En fin: Habla tú y yo te escucho. Y no busques el amparo de tu confesor favorito: es un correveidile despiadado, mala gente, y si me apuras un canalla, pero eso tú ya lo sabes). Gracias.

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