Mi palabra no tiene oficio ni persigue eternidad, y duele si la manco. La manco y duele cuando escribo y la sintaxis se niega. Muchos escriben y no tienen musa, ni siquiera curiosidad que favorezca su juicio. A muchos que escriben les mandan. A mí nadie me manda, perdón, me manda la Tesorería de la Seguridad Social, pero solo estar vivo me manda. No tengo palabras auténticas que digan la verdad, tan siquiera me interesa la verdad si es una. A veces me vale una verdad si no tiene que ver con mi familia y la gente buena, y los que siempre pierden que cada día son más. La verdad del alago, la verdad del espejo, la verdad del palmero; esas verdades perjudican seriamente la salud mental y lagarto lagarto. Esas verdades son hipócritas, como esos que doblan esquinas cantando tristezas. Si Gardel no fuera dueño del tango, ellos serían dueños de la tristeza.
"Hasta Dios y su María saben que esa verdad es hipócrita y confunde lo que se tiene desde que se comienza a tener, con lo que se pudiera llegar a tener sin confundir". En fin, escribo por escribir y soy para mí un verdadero rompecabezas. Gracias.
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