Ayer sonó el teléfono y no era la maravillosa oferta de telefonía que no se puede dejar escapar, era la voz de mi suegra. "Uy, me confundí". Y colgó. Después por mi esposa supe que confundió mi número con el de la vecina. La casualidad, de hecho, es cuestión de insistencia, pero cuando se echa la vista atrás como el tango: "veinte años no es nada". Mi suegra insiste en poner los pies en la Tierra. El caso es que no los puso cuando los tenía que poner y, para lo que queda, los puede poner en Marte. En tiempos de pandemia todo cotiza al alza, la mentira y la contrición. La intimidación política, el abuso de poder, y el miserable desprecio. Joseph Joubert dijo: "Es preciso considerar el pasado con respeto y el presente con desconfianza si se pretende asegurar el porvenir". El porvenir que no llegó cuando se le esperaba que no venga: uno se acostumbró a vivir con la mitad de todo, incluso con la mitad de casi nada. Ocurre que me cansé de lo que tiene que ver con el porvenir: lo bueno y lo malo deja un vacío imposible de llenar cuando se interrumpe por las bravas (luego de haber sufrido las de Caín). Gracias.
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