Algunas de las cosas que te susurraban al oído eran falsas y las que no lo eran no las creíste. ¿A quién importa la verdad?
No quise hacerte daño, pero tus asuntos inaplazables nunca lo fueron, tan siquiera fueron necesarios, pero es evidente que nunca dejé de quererte porque tuve que explicarte las cosas que realmente me importan con la cara de pocos amigos que ya conoces. No quieras que otros conozcan la cara de los entierros aunque sea para aliviarte. Tu resentimiento y sus odios te están jugando una mala pasada. Correrán los tiempos y dirás que he sido un engaño para ti, y yo que tú lo has sido para la familia. No estabas aquí, nunca estuviste, lo cierto es que te has ido y no lo sabes. Tampoco sabes que lo habría evitado de habérmelo pedido... Has pasado media vida sonriéndome y otra media mostrándome tu armamento de mujer resentida. Disimulas mal y duele. Y cómo duele no lo sabes, pero lo sabrás cuando intentes olvidarme. Será largo y doloroso. Gracias.
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