jueves, 13 de diciembre de 2018

Imperdonable el descuido.

Y si les dijera que la dama de ayer no era la que no me deja ir sino la que vela mis sueños. Qué cabeza la mía. Hoy quería escribir un día agradecido a Flor de María por un detalle que tuvo conmigo días atrás, ay. (Que no, no insistan, es personal).

El día de ayer fue de locos y no me explico cómo pude confundir una dama con otra. Imperdonable el descuido. La consulta comenzó como siempre, llegando una hora tarde, otra hora para prender el ordenador y diez minutos para decirme que para la edad que tengo me ve estupendo... Intentaré explicarme: La hora que llegó tarde sin comentarios. Pero la siguiente, como una posesa, la pasó dándole puñetazos al ordenador y riñendo con el informático (había dejado la clave en la otra cartera) hasta que, loca de la cabeza, decidió darme cita para otro día y no. Fue entonces cuando le pedí permiso para parafrasear a Ángel González, que sabemos que es poeta de mi tierra: "Qué sería de ti sin tu nombre". -¿Perdona? -Su nombre, pruebe con su nombre... -Uy, funciona: ¿cómo lo sabías? -Me llevaría mucho tiempo y nos quedan diez minutos. -Claro, es verdad, pero no te preocupes que para la edad que tienes te veo estupendo. -Ya, me voy más tranquilo. -Nos vemos en verano, ¿te parece bien? -Me parece bien, doctora, a mí todo me parece bien, menos lo que me parece mal. Y eso fue todo. Gracias.

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