Jugando con Ian le pisé el pie. "Lo siento, mi vida". Lloró pero no mucho, lo que llora un niño cuando un güelu le pisa el pie y no sabe qué hacer para consolarlo. Entonces eché mano del consuelo sin medida a precio tasado y le prometí un huevo de chocolate y santo remedio. Él no lo sabe pero su voluntad cuesta apenas dos euros: fue un chantaje en toda regla. Un güelu introduce a su nietu en el "sistema" y luego no se sabe dónde está el límite... Y sin embargo, el chantaje sin duda emocional me lo hizo él. Ian con tres años ya es un experto chantajista y pienso qué no sabrán algunas personas mayores doctoradas por la universidad a distancia en chantaje emocional. Como uno se deje querer por un chantajista emocional... (Ya te digo).
A Ian le hice daño, pero el daño va por dentro y nunca se sabe. Cuando pisas a alguien, digo el pie, pero quién nos asegura que no es su dignidad ¿? -"Uy, perdona, no sabía que tenías la dignidad por los suelos". -"No te perdono, me has pisado el pie y has pisado mi dignidad y mi dignidad es tan sensible al chantaje (otra plañidera) como la pobreza de todos los días con la nevera vacía y el carrefur no fía". (Nada extraordinario sucede en la vida si antes no sucede en el corazón). Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario