Jugando con Ian esta mañana, me vi obligado a rendirme porque si no me rindo me quedo sin el poco pelo que me queda, y pensé que ya está bueno de jugar como quinceañeros enamorados. Mañana, un domingo de ir a misa y cantar la verdad traeré a de soslayo mi rendición incondicional. No me importa si el miedo, mi cara de pocos amigos o la falta del plácet de la persona amada. Mañana la vanidad y el rencor que nace de la incapacidad de enfrentarse a la verdad ganarán y yo perderé o me dejaré ganar sino es lo mismo, no obstante, mi puerta quedará entreabierta por si decide volver (ella y no él). Gracias.
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