Ayer barriendo la acera tropecé (¡uy!), con la vecina chismosa, y por el mismo precio que me dejó de hablar me habló como si nada hubiera pasado. Que yo recuerde nada pasó, y si pasó fue una paranoia por su cabeza. El caso fue que con la cara de los domingos y sin darse cuenta que me había retirado la palabra hace más de un año y como si le hubiera dado por leer libros y no revistas del corazón, me explicó que había tenido una mala experiencia con una amiga y se convirtió en lo mismo que le hizo a ella, y ahora un no sé qué le roe por dentro. (Si no es hambre, no imagino qué le habrá hecho a su amiga).
-Y no, yo no soy así...
-Claro que no, mujer.
-¿Qué me aconsejas?
-Ir a misa y darte puñetazos en el pecho, pedirle perdón a tu amiga o tirarte al río.
-Ya no me quieres...
-Y Rosario Flores canta: "Cómo quieres que te quiera si no estás aquí".
-Siempre estuve aquí...
-Perdona, salgo tan poco de casa... Cuéntame esa mala experiencia.
-Pues resulta que en un arrebato le clavé un puñal por la espalda a una amiga en presencia de su abogado y casi la mato.
-Si casi la matas en presencia de su abogado puedes pedir indulgencia a ese viernes porque un juez te declarará culpable.
-No quiero ir a la cárcel...
-Lo entiendo, pero en misa te tienen muy vista, pedir perdón no va con tu estilo, así que tirarte al río es la única opción.
-Cómo eres...
-Soy como tú, pero yo nunca le clavaría un puñal por espalda a una amiga, una amiga es sagrada, incluso las amigas idas, y menos en presencia de su abogado. Creyente en tu Dios, Jesús el Cristo, por boca de Juan, en el capítulo 8: 31/59 de la Biblia dijo: "La verdad nos hará libres". (Si aplicara la parábola a la tontería cuanto menos dormirá a pierna suelta). Gracias.
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