A Patricia, hoy la acompaño a Valencia para un asunto inaplazable, y la primera en la frente: la estación a rebosar y la fila un pésame a los deudos que dejo la Dana y las ayudas que no llegan y el barro por las calles. Mientras, de mi interior fluye una certeza viva mientras espero. Y, aunque el tiempo solo desespera cuando es uno y no otro el que espera, mi mente absurda echa a volar y trae un recuerdo a la memoria: la ojeriza vertida por el rencor y la venganza y me sale risa en los labios. (Aquí lo dejo). Hoy, 15 de enero, amaneció con un encanto propio que anima a deleitarse en miradas furtivas y a entablar una leve conversación con extraños que en el momento de hacer (uy, y allí no lo dejé) no hacen y se acuestan con el tedio a dormir la siesta. Inquieto, mucho tiempo pasó con las ganas de dejarse cautivar por una hermosa joven. Parafraseando al Sabina: "él quería hablar con ella y ella quería bailar sola". Y yo, discreto, silente, esperando a ver qué ocurría. Nada ocurrió y el tiempo siguió tachando días en el calendario. Hay ilusiones que fueron creadas por soñadores con demasiada facilidad. Lástima de tiempo perdido. Ya, llega el tren, deséenme suerte. (Suerte suprema, como las corridas de toros: Tercio de matar). Gracias.
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