En Les Seniaes, el paraíso donde todo comenzó, donde se juntan las vidas paralelas y la mente está en permanente estado de alerta, cada mañana pasa una aurora embriagada en un beso húmedo, la aptitud que levanta el ánimo y lo propaga hacia la magnitud de los sentimientos inherentes. Aquí el alma nacida sale indemne ante cualquier injusticia porque la tristeza que empuja la esperanza al foso de la melancolía y la intranquilidad se rinde ante la santa poesía. Pero en Les Seniaes también se encuentra el miedo y las dudas sempiternas. El deliro que sobrevive en una amalgama de contradicciones. La oligofrenia catatónica. Por más que en Les Seniaes el milagro de la floración del azahar irriga el día de bendito amor, desde la edad de la sabiduría, la autoestima y los consejos, como un Quijote sin Mancha, como Jesús el Cristo crucificado sin María... Joder, dona, me estaba yendo y me fui, este sinvivir tenía que acabar, diciembre fue un mes difícil, y aunque sé que recordar no es vivir... pero ayuda... pero ayuda. Una sociedad que se ha quedado sin utopías ni fe en nada, sin un mañana de caricias y... las fornicaciones de emergencia siempre fueron amores efímeros. Entonces, si algo muere algo nace y enero ya se vistió de justicia poética. Seguiré escribiendo el día que me gusta vivir. (Dejémonos de milongas, escribo para quien me lee). Gracias.
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