Lo tengo escrito por ahí, soy un soñador tenaz, pero llevo un tiempo tratando con un ensueño angustioso agravado por una ansiedad de muchas pastillitas de colores que, de seguir en este plan, tendré que adelantar la visita con la dama que no me deja ir. Todo comenzó con la lectura de un libro medieval del que no recuerdo su título ni el nombre de su autor. Disfruto con la lectura del medievo, y también disfruto castigando a quien desprecia una tercera mano y a todo político que roba al erario (lo primero es fidelidad, lo segundo, civilidad). Soñar es mi vida, la realidad es otra cosa. Hablo de la política más cercana al ciudadano. Intentaré explicarme: El alcalde de un pueblo es, porque lo votan los vecinos del mismo pueblo, de ahí se podría considerar que el alcalde es el vecino más conocido. Por su obra lo conoceréis. Pero, antes, también por sus promesas. En la filosofía medieval se solía decir: "el obrar sigue al ser", más no el obrar funda el ser. Y llega la paradoja a de soslayo: Los amigos de la infancia del tonto del pueblo, medio en serio, medio en broma, como se dice por la tierra de las flores, de la luz y del amor, le espetaron: "Hasta ahora solo nosotros sabíamos que eras tonto, ahora se enterará el pueblo entero". Gracias.
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