Los Reyes Magos son un penoso fracaso. No hay manera, jamás por jamás la hubo, de que Gaspar, Melchor y Baltasar, sí, los Reyes Magos, atendieran "mi pedido". Ya me explico: todo comenzó hace más de media vida, cuando menos, que pedí un bocadillo de mortadela y me trajeron una pelota. Con el tiempo seguí pidiéndoles uno y otro y siempre la pelotita. Ahora, ya en los años altos, pedí salud, un gobierno de izquierdas y una relación seria con Shakira. Pues saben qué: siguen con la pelota. ¿Quién se creen que soy? ¿Por qué me traen lo que quieren y no lo que quiero? Qué carajo me importa lo que ellos quieren, me importa lo que yo quiero. ¿Acaso tienen problemas de producción? Que contraten a más trabajadores y que les paguen más que a las kellys, por ejemplo, que apenas les da para no llegar a fin de mes muertas de hambre. Qué descaro. No creo en Sus Majestades de Oriente. Eso sí, que yo no crea, no quiere decir, en ningún caso, que los niños y niñas crean. Que sigan ahí y revitalicen la ilusión en la Noche de Reyes. A ningún niño, a ninguna niña, a ningún güelu, debe faltarles un juguete, la Play, sea lo que sea, o un libro. Lo que se pida ahora a los Reyes. (Ojalá que lo mío sea un caso único). Gracias.
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