Hay personas que oyen pero no escuchan; hay personas que escuchan lo que quieren oír; hay personas como yo, sordas como una tapia, que ni oyen ni escuchan. Y luego están las que padecen sordera inconsciente; esa sordera que oye voces en su cabeza; esa sordera esquizofrénica, o poética si es la María la que se deja oír y no el maligno. Una escucha palmas y milongas, y otro escucha tangos tristones. Quien quiera oír que escuche si quiere o calle, si tampoco quiere hablar, pero que no dé la tabarra. Todo vale menos gritarse que es la forma desesperada de malvivir. Porque al final, de lo que hablamos, es simplemente una cuestión de intereses personales alejados de los intereses generales. Ustedes vayan al otorrinolaringólogo que no les dará solución, como mucho les dará un audífono para el oído y una factura de miedo para el bolsillo, si es que al fin llegó el miedo y no el terror. Hay personas que pierden el tiempo y no se preocupan ni en sumar dos y dos, son personas torpes de entendederas que saben el resultado y se irán antes de admitirlo. Hay personas que no se dejan querer. Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario