Lo digo cuando viene al caso: el perdón hay que merecerlo. O esperar a que el Rey de los Cielos te perdone. El perdón se merece o no, pero no se pide. Hay que merecerlo, como la confianza. Distinto es un consejo para los oídos más perezosos. Para los oídos perezosos y los corazones esquivos consejos de los que no se piden, si se piden ni consejos. Solo disculpas valen los viernes de mercado. Dar sin pedir nada a cambio y entregarse al amor y la santa poesía. Y nunca, y si digo nunca es nunca, permitir que nadie esté obligado a entregarse al adulado. Hay necesitados que tienen que alimentar a sus hijos y es humillante. Dar más de lo que se espera de nosotros, mucho depende de llegar a fin de mes. Aún así, hay quien prefiere atender sus necesidades con trabajo y sin favores. Sin lamer culos. Seamos pacientes, porque a todos nos llegará la hora de dar lo que estemos dispuestos a dar. Entonces sabremos por qué el perdón hay que merecerlo... (Hubo un tiempo que a mí me aterrorizaba las ganas de morirme, y ahora solo me aterroriza las ganas de morirse que tienen los pueblos). Gracias.
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