Los políticos cuando llegan a la política no discuten la herencia recibida y abren el cajón y como si no hubiera mañana y hoy también es fiesta. Los políticos son cortos de entendederas, y si alguien ateniéndose a la ley les pone en su sitio: pero y qué saña. Los políticos deberían ser humildes y desconfiar de la generosidad del cargo recibido: no aguantaría una auditoría. El asunto no tendría importancia si fuera uno y no más. Los políticos no aprenden. Ha salido a la luz un problema de antes que se dio por zanjado y sigue ahí, y para mayor desprecio, elevado en grado. Quien le pasó el cargo ahora es su peor enemigo. El trabajo y el placer a veces se confunden: la línea es fina y los zapatos de payaso. De risa. Morir es malo pero a quien no le importa morir, morir de risa es bueno. El no saber le impide evitar de su mirada la ira que genera quien le regaló el cargo y no el gobierno. Y ahora, además y sobre todo, pone en entredicho su gestión y su honradez. ¿Comprenden? Groucho Marx: "Claro que lo entiendo. Incluso un niño de cuatro años podría entenderlo. ¡Que me traigan un niño de cuatro años!". Gracias.
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