El pasado sábado te vi llegar, deambular exhausta, temblar ante el flagelo que en tus carnes explosiona el paso apresurado de los años. Te vi llegar y no sé si eras tú, te vi diferente. Eso. Han pasado los días sin darle importancia al hecho y hoy, una semana después, me invaden recuerdos, sentimientos, pensamientos en la madrugada de un caluroso sábado muy distinto al pasado que se dejó agonizar en la noche oscura y triste. Hoy, el duelo y Mario Benedetti hacen una combinación perfecta para darle transcendencia a la conmoción que me quiebra. Benedetti escribió un bello poema: "No te salves". Yo tampoco lo deseo: No te salves. No quiero que el cielo se vuelva tenebroso y mi ánimo depresivo muerda tu ausencia. Quiero perderme en tu sombra, quedarme extasiado en tu mirada, acurrucado en tu regazo. Quiero bañarme en el rocío de tu sonrisa, regular como un río la cuenca de tu territorio y quedarme adormecido en el soto de tus riberas. Tengo sed de ti y quiero saciarla. No te salves, deseo tenerte cerca. Y salvarte y salvarme. Y salvarnos. O sálvate, pero entonces no te quedes conmigo. Gracias.
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