Orar a tu Dios a estas alturas de la pandemia no es opción. Llegó la hora de la reprensión... "Se te está yendo de la manos".
Por mucho que lo extraordinario se haya vuelto habitual en este país, aún nos queda espacio para la sorpresa. Los políticos festeros no se han enterado que la normalidad es el problema. Los políticos más nostálgicos se aferren a la memoria y a las fotografías de recuerdos imborrables. Con la pandemia comprobamos nuestras torpezas ante situaciones específicas. Si en un descuido perdemos el guion no sabemos improvisar. Somos incapaces de reaccionar a lo de ahora que es peor que lo de antes. La sinrazón nos estimula y ya es nuestro concierto diario. Llevamos demasiado tiempo conviviendo con la covid-19 y desarrollamos una nueva normalidad inclusiva en la que todo vale, incluyo la muerte. Todos somos culpables, pero más los políticos festeros de silencio y mezquindad. Nos mata el coronavirus y nos mata el pecado de omisión. Los políticos festeros son una nueva cepa del coronavirus, la más infecciosa y dañina. Los políticos festeros matan de covid-19 y pobreza. (Ahora que sabes el cronograma de incubación de la covid-19, saca a los nuestros de la calle y mételos 14 días en casa). Gracias.
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