miércoles, 24 de abril de 2019

Los presentes son los que están presentes.

Me imagino en el lavadero municipal lavando los trapos. O de chismorreo analizando con todo lujo de detalles los asuntos y valorarlos según intereses de los presentes. O simplemente escuchar y verlas venir, porque vendrán. Los presentes no son los que deben estar para valorar y opinar si son asuntos o chismes de vecindad. Los presentes son los que están presentes.

La dama que no me deja ir es un cielo. De no ser la que es, quiero decir la que paga mi pensión le pediría relaciones serias. Me gusta como dama y como mujer. También creo que le gusto. En los años altos no quiero morir sin tener algo con ella. O intentarlo... Tener la ocasión de decirle sí a la cara. Sin embargo, no sé, fui penitente y tonto de capirote en Semana Santa.

Debe ser triste guardar silencio y al final darte cuenta que lo que pudo ser no fue por cobarde, por miedo. O porque el amor dijo: "no, cariño, no conviene". Hablo de esto y aquello, hablo de lo que importa. ¿Pero a quién importa de lo que hablo si yo mismo no lo sé? ¿"Dios mío, por qué no dije sí"? ¿"Y ahora"? Si al menos la razones fueran otras, las que a nadie importan sino a mí... (Las razones son las propuestas que se hacen desde la obra. Pero eso ya no importa, no, ya no importa. Lo que importa es ir de procesión unos detrás de otros, irreflexivos, y ni protestar al que va detrás pisándonos los talones). Gracias.

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