Es sábado de fieles difuntos y vuelvo a Eugenio. Desde lo más profundo de mí, Eugenio. Allá donde se encuentra la sabiduría coincidiendo con la verdad Eugenio. Mi admiración por Eugenio no tiene límite. Dolor en el alma. Mi sabio y viejo amigo Eugenio ha muerto.
Recuerdo cuando le presenté a Ian. Me anunció un futuro difícil para él. Acertado y siempre seguro de sí. Me alineo con la experiencia que dan los años y firmaría un pacto con el diablo por tener su lucidez. Su capacidad para adaptarse a las circunstancias fue superior. Estaba al corriente de lo sucedido en el mundo: con la cara más triste analizaba sagaz los recientementes atentados terroristas en Bélgica. En política llevaba al día con memoria histórica las mentiras que alcanzaron la jerarquía de promesas por cumplir. Votó a los de siempre convencido de que no lo merecían. Por encima de la corrupción política estaban sus ideas por las que luchó toda su vida. Las miserias y avaricias de algunos no consiguieron que abandonase el sendero solidario. Siempre con el necesitado. De lo peor por humillante la reforma del estatuto de los trabajadores. ETT, derechos laborales, contratos de a cero horas, trabajo inestable. Explotación en esencia de los amigos empresarios de Rajoy. No aceptó por añadidura las políticas de Rajoy que negaron la sanidad universal, la educación laica y la ley de dependencia excluyente. Lealtad con los pobres de justicia y pan; con los humildes de corazón.
Las luces de Eugenio fueron las sombras de la mayoría. Me explicó que es difícil luchar contra el éxito de los políticos. Cuando un político alcanza el éxito prefiere morir que fracasar a la vista de cualquiera. Gran decepción. Cuando un político empieza a creerse sus propias mentiras muere de éxito. Claridad indeleble en sus reflexiones. Fuente de sabiduría que no negó a las personas que tuvieron la suerte de conocerlo. Humanidad, militancia ciudadana. Eugenio, un hombre sabio ha muerto. Paz a sus restos.
Gran verdad...
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