De Guindos reconoce en un encuentro del Eurogrupo: "Nos vamos a unas nuevas elecciones". EFE.
Hoy me otorgaré una fiesta de campo dominical. Merezco aire puro libre de políticas tóxicas. Del humo de los cohibas que se fuma Felipe González o las demandas de José María Aznar. Si uno se aplicara el cuento con su idilio panameño y el otro pagara sus impuestos mejor les iría. Y me iría: estoy de los dos que los vomito.
Las carcajadas y abrazos de De Guindos en el Eurogrupo y los insultos de los dueños de los partidos políticos nos confirman que habrá nuevas elecciones, incluso que ya estamos en campaña electoral. Llega entonces el momento de dejar la politiquería de lado y someterse a una cura de humildad si no quieren morir como mueren los indignos sin perdón y sin consuelo.
En esta chabacana legistatura solo han acordado el salario y el nombramiento de los aforados en la diputación permanente por si un Rajoy agradecido de Barberá. La desfachatez es connatural a nuestra clase política. Estupendos de la vida se echan las culpas encubiertos de una verborrea de palabras en programas televisivos como tertulianos de primer orden cuando son menos que nada.
Me apeo por hoy, no me apetece escribir y si sigo cometeré cualquier improperio y después me tendré que disculpar como se disculpan los políticos sin conmoción. Superada la euforia y la decepción, ya no habrá acuerdo "in extremis". Como el bingo que organizan los jubilados y pensionistas en el pueblo de Patricia, harían bien los votantes en girar más el bombo para que salgan otras bolas y otros números. Sean felices y no se fíen de los políticos. Con el perdón.
Esto es de chiste...
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