Si por imaginar fuera y estuviéramos en la isla de Capri y tú te llamaras Matilde y yo Pablo, para aclarar tus dudas te escribiría un poema. "La pregunta". De Los versos del capitán.
Amor, una pregunta
te ha destrozado.
Yo he regresado a ti
desde la incertidumbre con espinas.
Te quiero recta como
la espada o el camino.
Pero te empeñas
en guardar un recodo
de sombra que no quiero.
Amor mío,
compréndeme,
te quiero toda,
de ojos a pies, a uñas,
por dentro,
toda la claridad, la que guardabas.
Soy yo, amor mío,
quien golpea tu puerta.
No es él es el fantasma, no es
el que antes se detuvo
en tu ventana.
Yo echo la puerta abajo:
yo entro en toda tu vida:
vengo a vivir en tu alma:
tú no puedes conmigo.
Tienes que abrir puerta a puerta,
tienes que obedecerme,
tienes que abrir los ojos
para que busque en ellos,
tienes que ver cómo ando
con pasos pesados
por todos los caminos
que, ciegos, me esperaban.
No me temas,
soy tuyo,
pero
no soy el pasajero ni el mendigo,
soy tu dueño,
el que tú esperabas,
y ahora entro
y ahora entro
en tu vida,
para no salir más,
amor, amor, amor,
para quedarme.
Cómo me gustaría un viernes de fiar ser capaz de escribir unos versos que te arrancaran del suelo y te hicieran volar. O embelesarte entre los versos de uno de los poetas más grandes de la historia. Pablo Neruda ha muerto y con él la posibilidad de volver al amor de tus sueños, siquiera a la pregunta que te ha destrozado. Cautiva de tus miedos quieres saber lo que ignoras. Si víctima del desamor, enferma de pasión, vuelve al acantilado de las buenas madrugadas y otea el horizonte del mar y muere por amor si así lo quiere Dios. Volver a morir de amor, como tantas otras veces. Amor.
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