Qué día más triste el de ayer, y qué dolor de cabeza. Si no lo dejo, si sigo, me echo a perder. A qué vendría esa manera tan estúpida de insistir en cargarme un jueves sin moraleja y un poema. Me sentí como si a un mar le hubieran llevado la arena de la playa y el acantilado de Flor de María. Lo de ayer fueron verdades viejas que no interesan. O interesan poco. Qué falta de arrojo. Amor, ese sentimiento excelso que profesamos y nos enseña a perdonar (en el amor no hay culpables). Aunque a veces sus maneras nos desquician. Por amor se lograron hazañas inmensas y en su nombre se han escrito las expresiones más bellas. Pena vivir de espaldas al amor. Cuando amamos, el mundo es mejor. Lo digo a veces: no dejes que una derrota te derrote. Echémosle a cada acción fallida una miaja de amor. Sobre todo los padres y los maestros que tanto tenemos que ver con la educación de nuestros niños (un niño, Ian, por ejemplo). Por ellos, pero ornándolo con amor para no dar cabida al encono. La educación que da la vida será cosa suya... (y la nuestra seguirlos de cerca. Los padres seguimos aquí). Gracias.
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