domingo, 20 de septiembre de 2020

Epístola dominical.

Hay cosas que uno desea que ocurran pero son un milagro y, sino Dios, nadie sabe. Una vez más, la percepción vence a la realidad de los hechos... Emprender una contienda contra la ciencia, la fe, o hacer que la verdad triunfe en base a la mentira es perder. La ciencia, si Dios quiere, tocará la flauta y hará posible la tan necesitada vacuna contra la covid-19 y un milagro cuando uno menos lo espere. Aunque yo no creo en los milagros, creo en lo que ven mis ojos y en la fuerza liberadora de la gente. Qué gracia, me viene a la cabeza un día... No, retomo la tontería y dejo en el aire un par de preguntas: ¿Se imaginan a un político reconociendo errores? Yo tampoco. ¿Y dimitiendo? Yo tampoco. ¡Qué país, Señor!. Pues con todo y más, pues vaya usted a saber, se les presume estupendos. Hay quien considera que la clave del éxito se encuentra en la pasión por lo que se hace... ¡A quién importa la pasión por lo que se hace si nadie sabe lo que se hace!. Se me ocurre otra pregunta: ¿Se imaginan a un político airear sus trapos sucios sin que un fiscal y un magistrado tengan algo que ver? Yo tampoco. Gracias.

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