Vivimos atormentados por inquietantes incertidumbres, hablo de pobreza y enfermedad (maldita redundancia). Y otra crisis financiera llama a la puerta. De lunes a domingo vivimos en un sinvivir. Y lo que es peor, sin paz de alma. Mi esposa dizque responsabilidad, honestidad, eficiencia, liderazgo... Pero no depende de ella y lo que tenga que ser será. Ése su consuelo (y esa tu condena). Mi esposa vive en un qué y a mí me mata. Mi esposa es fuerte y saldrá airosa no sin antes darme la razón. A mí llevar la razón no me interesa, me interesa su salud. Y escribir un día feliz en el que todos podamos dar gracias a Dios. A veces Dios -lo sé por boca de una amiga creyente-, permite que reconozcamos nuestras miserias para acogernos en su misericordia. Ojalá y que a todos nos permita reconocer nuestras miserias. (Cuando el dolor de alma te desbarate y estés a punto de quebrarte, recuerda a mi esposa y mira al cielo. Y puesto que eres de tomar las cosas con demasiada calma, no te fíes, mi esposa es mi vida y le regalaré los días que me quedan por vivir. Recuerda que el día más claro ya llovió). Gracias.
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