domingo, 13 de septiembre de 2020

A un viejo no se le hace llorar.

Invisible y tan inmediata,
íntima y demasiado superficial.

Compañera de risas y alegrías, fuente de la ternura.
Así quisiera volver a verte.

Perdido en tu semblante no puedo hacer nada para ayudarte, para que no sufras.
Ni siquiera llego hasta la nada donde estableciste tu estancia de asiento.
Me gustaría detener el tiempo, contemplarte, y guarecerme en ti.

¿Te has parado a pensar quién inspirará tus días después de mí?
Serás la reminiscencia que evoca los días... Los días perdidos no tienen después.
Te aseguro que es difícil y muy doloroso el proceso de olvidar.

Si no has dicho la última palabra, si aún la buscas o ya la tienes y esperas la ocasión para decirla, 
no la digas si crea discordia, desafección, decepción. No digas la palabra que no sientas.
Hurga en tus adentros y la primera palabra que encuentres dímela ya, si viene de tus adentros sea cual sea la acepto 
(te quiero).
No permitas que cualquiera te la pida en mi nombre.

Tú decides.
(No me verás llorar, me voy con mi terquedad a otro sitio).

No hay comentarios:

Publicar un comentario