martes, 5 de noviembre de 2019

Orgullo de mujer.

Se lo advertí en base a los hechos, nada que no viera un ciego. A veces duele tener razón. El asunto que viene al caso es el de ese amigo que llama a la puerta y entra hasta la cocina y abre la nevera y enchufa la tele y en su odio estimula el orgullo de quien más lo quiere sin importar el perjuicio que le hace. El amigo es Lucifer, y su amiga una amiga ida que no precisaba saber lo que sabía Eugenio para no morir de éxito. De tanto publicar en redes sociales que no pasaba nada dejó de pensar en las secuelas que acarrean las malas decisiones y ya era cuestión de tiempo que el orgullo acabara con ella. Y ahora que sabemos que Caín mató a Abel y que el infierno existe falta saber cuándo irá la verdad en busca del secreto peor guardado.

Nada más tétrico que perder después de haber tenido la victoria al alcance de la mano. Pero su entusiasmo vino de la mano del odio de Lucifer y, en ese plan, y sola, ni una dama en su propia poesía lograría la victoria. A estas alturas de la tragedia y a pesar de los párpados mojados y una oración con el alma rota, necesita algo más que una mirada de soslayo para volver al amor y la santa poesía. (Ojalá y que un poeta escriba unos versos inspirados en el amor y mudes de semblante). Gracias.

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