Es muy del pueblo de Patricia llevarse bien con el peor relato. Y mi mente absurda no lo lleva. Yo sé con quién tengo que llevarme bien: con mi esposa y por la cuenta que me trae. El relato no importa, importan los ejemplos. Sí, cariño. Lo demás, recordando a un político cuyo nombre no me viene a la cabeza. "No, es no". Lo tengo escrito: yo no soy de mucho cantar la verdad, pero reconocer lo que no es ante la vecindad sin despeinarse: "no, es no". Es demasiado mentiroso incluso para mí.
En busca de ser mejor persona y comprar pan, salgo cada mañana de casa y reconozco el mejor relato y el peor y la verdad y la mentira y, sobre todo, la estupidez. En la panadería, si tengo que esperar mi turno y mi educación me obliga a entrar en conversación, como el hijo de Dios, no busco el pecado, busco el pecador, y el pecador en el pueblo de Patricia son todos y se quedan con el peor relato y llenan de impudicia la mente y contaminan el ambiente y rechazan la luz que lleva al paraíso donde todo comenzó. Sé que lo saben, nomás insisto: todos tenemos derecho a otra oportunidad. Pues no y se quedan con el peor relato que lleva cuanto menos al olvido. (Reconoces que no tienes el amor que anhelas y sin embargo... El amor que anhelas te salva. El amor que anhelas, no el que sueñas y te llena la cabeza de grillos y te acerca más al abismo). Gracias.
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